26 październik 2021 /FP | Family News Service
Iwona Olszewska-Król tenía 23 años cuando le diagnosticaron una insuficiencia renal crónica. La enfermedad había debilitado tanto su cuerpo que era necesario un trasplante. “Estaba rodeada de gente que se ofrecía a ayudarme. Mi hermana quería donarme un riñón, mis dos primos y mi marido”, dijo en una entrevista a Family News Service. Al final, un hombre de 23 años que había fallecido se convirtió en el donante, y fue él quien dio a Iwona una nueva vida.
La enfermedad renal apareció de repente, y se determinó por casualidad. Eso fue hace 23 años, durante las vacaciones de verano. Iwona decidió hacer una peregrinación a pie, y nada indicaba que estuviera enferma y que fuera tan grave. “Nunca me dolieron los riñones, y me enteré de la inflamación crónica justo después de las pruebas”, dice esta mujer de 44 años.
“Nunca perdí la fe”
Tenía ante sí planes de vida concretos: graduarse en la carrera con la que soñaba, ir de misiones y formar su propia familia. Sin embargo, lo peor estaba por llegar. La enfermedad progresó lentamente, y tardó 20 años en activarse definitivamente. “Sólo puedo estar agradecida a Dios por haber estado conmigo en todo momento. Hay personas que acaban en el hospital en un momento crítico”, explica a Family News Service.
En algunos casos, la insuficiencia renal se puede tratar, pero, en su caso, no había ninguna posibilidad. Iwona tenía que elegir entre la diálisis a largo plazo o un trasplante.
Tras el diagnóstico, no pudo contener las lágrimas y buscó el apoyo de Dios. “Nunca perdí la fe. No dejaba de preguntarme por qué tenía que estar enferma. Había muchas dudas”, subraya recordando aquella época. Iwona fue enviada a un hospital y comenzó una serie de pruebas. “Esperaba un milagro, cogía el rosario en la mano, rezaba y leía la Santa Biblia”, dice.
“Doctor, quiero tener hijos”
La mujer siempre había soñado con tener hijos. Intuía perfectamente que le esperaban meses, y probablemente hasta años, difíciles. Los médicos desaprueban sus aspiraciones. Cada día estaba más débil, pero no quería dejar su trabajo. “Me daba fuerzas”, dice. Iwona dio a luz a dos niños, ahora su hijo tiene 13 años y su hija 11. Cumplió uno de sus sueños que la cruel enfermedad quiso arrebatarle para siempre.
La visión del futuro no la llenaba de optimismo. Diálisis de larga duración, conexión a un aparato que debía purificar su sangre y mantenerla viva. Sin embargo, no se rindió.
Un plátano podría haberla matado
La familia aprendió a vivir con su enfermedad, la vida cotidiana se regía por constantes exámenes y una dieta especial. Llegó a un punto en el que comer un plátano, una fruta que tanto le gustaba, podría haberla matado.
Estaba cansada, hinchada, no podía comer ni beber mucho, su cuerpo estaba cambiando y a ella le costaba aceptar estos cambios. Finalmente, los médicos le informaron de que un trasplante era su única salvación. El donante ideal era su querido marido. El hombre no dudó ni un momento. Desde el principio, declaró que, si podía ayudar a su mujer, ciertamente lo haría. Dos primos y una hermana también ofrecieron sus riñones.
Iwona se decidió por un trasplante preventivo; esta solución le dio la oportunidad de que le trasplantaran el órgano antes de que necesitara diálisis y de recuperarse rápidamente.
Un hombre fallecido de 23 años le hizo un regalo
Ella y su marido tenían una compatibilidad perfecta, todos los parámetros coincidían, ambos estaban preparados para la operación, ¡pero se canceló! La pandemia había estallado. Los médicos explicaron que querían evitarles la estancia en el hospital y la espera para la intervención en un momento tan complicado. Esperaron otra fecha. Y llegó la noticia que Iwona había estado esperando tan intensamente: “¡Hay un donante!”
“Recibí un riñón de un hombre de 23 años, no sé en qué circunstancias murió”, explica la mujer de 44 años.
Algunas personas esperan un trasplante durante tres años o incluso más. Iwona consiguió un riñón a los dos meses. Admite que a veces piensa en el hombre que le dio una nueva vida. Iwona toma medicamentos, vive con diabetes, pero a pesar de ello tiene el órgano que es un regalo para ella. El riñón funciona bien, los resultados de las pruebas también son normales. Unas semanas después de la operación, volvió a trabajar.
Un milagro pedido por la intercesión de una misionera polaca
En una entrevista con Family News Service, Iwona Olszewska-Król dice que tiene una discapacidad que no es visible. No le falta optimismo. Trabaja para la transplantología polaca, participa en seminarios y conferencias, ayuda de buen grado a los demás, responde a sus preguntas, comparte sus conocimientos y experiencia. Es una esposa feliz y una madre realizada. “La enfermedad nos ha demostrado a todos que pueden darse diferentes situaciones en la vida, y que a cualquiera le pueden ocurrir circunstancias imprevistas. Lo que hace falta es un poco de empatía y paciencia”.
Dice que rezó por el trasplante por intercesión de la doctora Wanda Blenski. El 18 de octubre de 2020, en la catedral de Poznan, Ostrów Tumski, el arzobispo Stanislaw Gądecki inauguró su proceso de beatificación a nivel diocesano. Pocos días después, recibió una llamada del hospital: el deseado riñón ya la estaba esperando.
Vuelve la bondad
El 30 de octubre de 2020, a las 13 horas, Iwona recibió el alta del hospital. Sólo en casa se dio cuenta de que era el cumpleaños de la misionera polaca. “La bondad vuelve de verdad”, dice la señora Olszewska-Król.
La mujer vive su vida al máximo, junto con sus hijos preparó una feria, cuyos ingresos se destinaron a apoyar la misión.
Hace dos días visitó la tumba de la doctora Wanda Blenski; una amiga la acompañó en este viaje al pasado. Se suponía que ese día iba a hacer frío, pero fue hermoso. “Miré el cielo azul, me sentí como si hubiera venido a tomar un café con una persona cercana a mí”, dice Iwona. Hace un año, un cielo azul también la acompañó al salir del hospital, cuando comenzó un capítulo completamente nuevo de su vida.
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